7 pecados capitales 7

Tomda de La Jornada

7 pecados capitales 7

Josef Koudelka, por ejemplo, documentó la invasión soviética en Checoslovaquia

Los horrores de la ira permanecen en la memoria colectiva gracias a la utilización de la fotografía

Fabiola Palapa Quijas

La ira convierte al ser humano en auténtica fiera. Provoca indignación y enojo; también produce deseos de venganza y actos de ensañamiento. Esta pasión no conoce límites y puede ser la causa de un comportamiento violento contra la humanidad o con uno mismo.
En el mundo, la ira ha causado grandes catástrofes. Basta recordar la declaración de guerra de Austria contra Serbia que desencadenó la Primera Guerra Mundial, en 1914, para vengar el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Francisco José, y su esposa, Sofía Chotek, en Sarajevo.
Esos acontecimientos permanecen en la memoria gracias al fotoperiodismo.
Los años recientes, en diversas ciudades se han presentado exhibiciones fotográficas que muestran el belicismo de algunos países, a raíz de la rivalidad entre grandes potencias.
En México, la exposición Invasión 68: Praga, del fotógrafo checo Josef Koudelka, que se exhibe en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), es un ejemplo de la ira de la Unión Soviética contra Checoslovaquia.
El gobierno soviético decidió invadir militarmente a Checoslovaquia para asegurar la hegemonía que conservaba entre los países del este europeo. Con aproximadamente 200 mil soldados y 2 mil 300 tanques, la URSS y los países integrantes del Pacto de Varsovia decidieron detener una reforma política que se alejaba del estalinismo.
Sin embargo, los soldados no esperaban la inaudita respuesta de la población civil, que con inteligencia se enfrentó a aquellos hombres armados con tanques que pensaban encontrar a personas sumisas ante el poder de la violencia. Desde el primer día de la invasión, el 20 de agosto de 1968, un joven fotógrafo, periodista de teatro y de gitanos, que volvía de Rumania, captó los primeros tanques soviéticos que entraban a Praga.
Sin experiencia en torno a sucesos políticos, Josef Koudelka se dedicó a retratar todo lo que veía en las calles. Posteriormente hizo llegar las imágenes, de manera clandestina, a la famosa agencia Magnum, en Nueva York. Su director en ese momento Elliot Erwitt decidió difundir los testimonios del fotógrafo checo, como firmó Koudelka, debido al temor de ser reprimido. Josef Koudelka, un año después de lo sucedido en Praga, recibió la Medalla de Oro Robert Capa, que otorga el Overseas Press Club de América, en forma secreta para protegerlo por documentar la invasión soviética a Checoslovaquia.
La exposición reúne 70 fotografías que se incluyen en el libro Invasión 68: Praga, la cual se ha presentado en Nueva York, Washington, y que posteriormente itinerará en China y Japón.

Memorial del 68

Asimismo, en el Centro Cultural Universitario se exhibe El Memorial del Movimiento Estudiantil de 1968, integrado por una instalación multimedia, cuyo contenido está sustentado por material de cine, video, fotografía y audio, así como objetos y documentos que contextualizan el movimiento en un horizonte historiográfico.
Aquí se refleja la ira de un gobierno contra un movimiento social, en el que además de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional participaron profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionales en la ciudad de México.
Otro recinto universitario que presenta una exposición relacionada con la violencia como producto de la ira es el Museo Universitario Arte Contemporáneo. Se trata de El reino del coloso: el lugar del asedio en la época de la imagen. La exhibición se refiere a esa imagen que apenas deja ver hechos de violencia, considerando que la realidad de sucesos como la guerra y el terrorismo supera toda representación visual.
La fotografía es el medio más utilizado para mostrar el horror de las guerras y el sufrimiento infligido por la ira.

LaChapelle en México…

Seducción Voraz

Todo el glamour surrealista del fotógrafo estadounidense llega en una magna exposición

Sandra Sandoval
El Universal
Viernes 30 de enero de 2009

El Antiguo Colegio de San Ildefonso presenta la primera exhibición en México, y la más grande en América, del prestigiado y polémico fotógrafo David LaChapelle, llamado el Fellini de la fotografía, cuya obra es reconocida por sus imágenes glamorosas y mordaces.
«Delirios de la razón» está integrada por más de 60 fotografías distribuidas en seis salas, entre éstas una de videos musicales dirigidos por LaChapelle y una de videos making off de las piezas de gran formato: Deluge y la Pieta.
Del mismo modo, acoge parte de su última exhibición Auguries of Innocence, exhibida en Nueva York y la serie Star System; así como obras de su trabajo expuesto en el Palazzo Reale, Milan. Además de la colección Jesus is My Homeboy expuesta en Holanda.

LaChapelle se distingue por un estilo colorista e hiperbólico que emplea a menudo elementos pop y religiosos, y por dejar al desnudo las emociones más sórdidas y las pasiones humanas. Ha fotografiado a personalidades tan diversas como Tupac Shakur, Madonna, Amanda Lepore, Eminem, Pamela Anderson, Uma Thurman, Elizabeth Taylor, Hillary Clinton y Muhammad Ali, entre muchos otros.

Asimismo, como director de videos musicales ha trabajado para artistas de la talla de Christina Aguilera, Moby, Jennifer Lopez y Britney Spears. El video de No Doubt, It’s my Life con Gwen Stefani ganó el premio al mejor video pop en los MTV Video Music Awards y en 2004 obtuvo el premio como director del año en los MPVA’S.

Sus imágenes han aparecido en las portadas y entre las páginas de revistas como Vogue Italia, Vogue Francia, Vanity Fair, GQ, Rolling Stone y Flaunt, entre una extensa lista de prestigiadas revistas.

Obsesión por la lente

David LaChapelle (Fairfield, Connecticut, 11 de marzo de 1969), descubrió a los seis años su obsesión por la fotografía al retratar a su madre, Helga LaChapelle, en un balcón mientras bebía champaña.
La musa de LaChapelle Amanda Lepore (Armand Lepore), un icono transexual estadounidense, es la figura extravagante recurrente en el trabajo de LaChapell y es conocida por su exitosa carrera como modelo al ser la imagen de los cosméticos MAC y Swatch, entre otros.
Natural Blues El video que realizó para la canción «Natural Blues» de Moby, fue galardonado en el 2000 como Mejor Video del Año en los MTV Europe Music Awards, con el voto de más de siete millones de televidentes.

David Lachapelle. Delirios de razón/Delirium of reason
Antiguo Colegio de San Ildefonso
Justo Sierra #16, Col. Centro
De M a D de 10 a 17:30 hrs.
$45
Hasta junio 14

Los últimos cartuchos de la nostalgia…adios polaroid…

Tomada de El País

ELSA FERNÁNDEZ-SANTOS – Madrid – 11/01/2009

REPORTAJE: Fin de un icono pop

Los últimos cartuchos de la nostalgia

La desaparición definitiva de las películas Polaroid cierra una página en la historia de la fotografía – Un movimiento espontáneo reclama su salvación.


El ritual era sencillo: se apuntaba al objetivo, se disparaba apretando al botón y la película, acompañada por una ruidosa arcada, salía como una lengua negra de las tripas de la cámara. Luego, llegaban los 60 segundos de espera, que a veces resultaban eternos, en los que parecía brotar de la nada la imagen que había captado la Polaroid. Un momento que también se perderá en el tiempo.

  • La cámara nació en 1944 por el capricho de la hija del fabricante
  • «Fue la primera en saltarse el cuarto oscuro», dice Joan Fontcuberta
  • Warhol tomaba hasta 60 instantáneas para hacer sus famosos retratos

En 2009 se enterrarán definitivamente los últimos cartuchos de una cámara que cambió el curso de la historia de la fotografía, del arte y de la vida cotidiana de millones de personas de todo el mundo. «Polaroid inventó la primera técnica que se saltaba el cuarto oscuro, ofrecía una imagen inmediata y totalmente documental», dice el artista Joan Fontcuberta, cuya obra ha estado estrechamente ligada a una técnica que supuso una revolución por dos motivos: «el aspecto lúdico de la cámara: es un juego de manos. Y por otro, la gran privacidad que permitió al hacer fotos únicas que nadie más tenía por qué ver».

Fue el capricho de una niña lo que en 1944 cambió el rumbo de la historia de la fotografía. La hija de Edwin Land, el creador de las cámaras Polaroid, se quejaba de que en verano tenía que esperar demasiados días para ver las fotografías de sus vacaciones. El invento no se hizo esperar. «Fue como si todo nuestro trabajo hasta entonces sólo hubiese sido una preparación para lograr el proceso de una fotografía seca en un solo paso», escribía Land.

El modelo más popular, la S-X 70, llegó en los setenta. En 1972 la revista Life le dedicaba una portada. El título: «La cámara mágica». El diseñador Charles Eames escribió, rodó y filmó una película de 11 minutos en los que se explicaba el sencillo uso del aparato. Los actores más populares la anunciaban, era una cámara alegre. Y hasta el Museo del Vaticano la utilizaba para mostrar sus trabajos de restauración en las estancias de Rafael, también era una cámara seria. En definitiva, era algo que nadie podía perderse. A mediados de la década ya se habían vendido más de seis millones. Sólo era el principio. En manos de Andy Warhol (que realizó miles de retratos con ella) se convertiría en otro icono pop.

Polaroid dejó de fabricar en 2007 su cámara instantánea ante el auge de las digitales. A partir de mediados de los años noventa las ventas millonarias de la empresa habían empezado a caer, hasta que en 2001 se declaró en bancarrota. En 2008 vino el anuncio del cierre de las fábricas de sus carretes. Ante la oleada de foros (de http://www.savepolaroid.com a páginas especiales en Facebook y otras redes sociales) que pedían salvar la vida de los cartuchos, la empresa dejó abierta la posibilidad de vender la licencia. Hace unas semanas presentó su nuevo producto: la impresora de revelado instantáneo de bolsillo PoGo.

Rafael Doctor, director del Museo de Arte Contemporánea de León (MUSAC) y destacado experto en fotografía, cree que el fin de la vieja Polaroid está enmarcado dentro de la desaparición de la fotografía analógica, reflejo de un mundo «en el que desaparece la magia del objeto cotidiano. Y supongo que la gente de mi generación, los que rondamos los cuarenta, no estábamos acostumbrados a enterrar algo tan cotidiano». Doctor también tuvo su Polaroid: «Con ella participábamos de la magia de la fotografía, la sorpresa de lo instantáneo, era un laboratorio en una pequeña caja». Como el cineasta Ivan Zulueta, que en una exposición en La Casa Encendida en 2005 reunía 2.000 de sus 10. 000 polaroids. El cineasta comparaba el efecto de la cámara con el del Súper 8. Trabajar sin pretensiones comerciales, rodando por rodar y fotografiando por fotografiar. Zulueta dijo entonces: «Aquella maquinita tenía unas posibilidades enormes. Sólo había que leer el prospecto: No haga esto que entonces pasará aquello. Yo lo hice todo».

Empujados por la filosofía de su creador, Polaroid fue además una empresa que desde el principio quiso acercar su invento al arte. «Hay tantas cosas que se podían hacer con una Polaroid, tantas posibilidades manuales», señala Barbara Hitchcock, una de las responsables de la Fundación Polaroid y autora del libro que sobre sus fondos publicó la editorial Taschen. Andy Warhol, Helmut Newton, Luciano Castelli, Robert Rauschenberg, Chuck Close, David Hockney, Walker Evans… decenas de artistas buscaron otras formas de expresión con sus polaroids. «Las manipulaban, las recortaban, las pintaban, eran capaces de inventarse mil maneras de trabajar con la película. Hace unas semanas en una conferencia en Nueva York, uno de nuestros grandes fotógrafos, Ralph Gibson, decía que hoy tenemos que hablar de fotografía y de fotografía digital porque la técnica es determinante. Quizá él es mayor, pero no le falta razón».

Hitchcock recuerda como Aaron Siskind, ya anciano, encontró en la Polaroid, la respuesta a sus ojos cansados: «veía mal, no podía enfocar con una cámara normal, y entonces descubrió la Polaroid, podía fotografiar casi sin ver, sin enfocar… es algo hermoso. ¿No?» Polaroid ha mantenido durante años un programa cultural que facilitaba material a escuelas y creadores. «Una filosofía ejemplar», dice Joan Fontcuberta. «Era un perfil de empresa que cuidaba sus productos. Yo empecé con una de bolsillo, en los ochenta, que hacía fotos tamaño cartera. Al manipularla los efectos eran muy interesantes. Luego trabajé con la Positive/Negative 55, que era en blanco y negro y de la que salía una copia en negativo y otra en positivo. Por aquellos años Polaroid había ganado la batalla de la patente instantánea a Kodak y con el dinero que ganaron empezaron a mover por todo el mundo las actividades de su Fundación. Trajeron a España su cámara gigante, que sacaba unas instantáneas de gran formato y con la que también pude trabajar». Para Fontcuberta el fin de la Polaroid forma parte del «darwinismo tecnológico». «Lo curioso fue que al acabar con esa magia alquímica del cuarto oscuro, la Polaroid ofrecía algo totalmente inmediato y documental. Era una imagen absolutamente carente de trampas y de trucos. Era una cámara capaz de dar el testimonio exacto de nuestra vida».

David Hockney logró con la cámara instantánea un diálogo con su propia pintura. Los mismos paisajes frente a frente. Andy Warhol (que también adoraba el juego de otra reliquia del pasado: el fotomatón) tomaba hasta 60 polaroids de sus modelos antes de retratarlos. Luego escogía cuatro de las instantáneas y las mandaba al laboratorio. De ellas se quedaba con una, la recortaba y la manipulaba, hasta, finalmente, ampliarla y serigrafiarla.

En los años setenta, Polaroid envió su popular S-X 70 y cajas y cajas de película gratis a una leyenda de la fotografía: Walker Evans. El fotógrafo que había retratado como nadie los rostros de la Gran Depresión ya era un hombre mayor, divorciado y de salud frágil. En sus manos, las pequeñas polaroids paseaban por un pastel mordido, un buzón o un pobre maniquí. Evans hizo una selección de 120 instantáneas para su libro Polaroids, un elocuente ejercicio de nostalgia documental que hoy representa el viaje sin retorno de un fotógrafo que, obsesionado con la perfección, prefirió despedirse con un guiño a la belleza de lo imperfecto.

Movimiento de arte público en México…

 Tomada de La Jornada

Desde Montreal llega a 14 ciudades de México el Movimiento en Arte Público

Sí se puede/Try Harder luce en 350 parabuses y 50 buzones del DF

■ Es un esfuerzo por la democratización del espacio común, destaca Manuel Bujold

Merry MacMasters 

Minera Valencia, una de las modelos de la exposición del MAP

Minera Valencia, una de las modelos de la exposición del MAP

El proyecto Movimiento en Arte Público (MAP), original de Montreal, Quebec, ahora se vuelve internacional con la aparición en México, desde ayer, de la obra fotográfica, bajo el tema Sí se puede/Try harder, en una exposición de 12 artistas en el mobiliario urbano de 14 ciudades, además del Distrito Federal.

Dulce Pinzón (DF, 1974), por ejemplo, radicada en Nueva York, participa con imágenes de su serie La verdadera historia de los superhéroes, como la que muestra al Hombre Araña colgado de un edificio. El texto explica: “Bernabé Méndez originario de Guerrero, trabaja limpiando vidrios en los rascacielos de Nueva York. Manda 500 dólares al mes”.

O Gatúbela en un departamento con dos niños güeritos. “Minera Valencia –escribe Pinzón–, originaria de Puebla, trabaja de niñera en Nueva York. Manda 400 dólares a la semana”. O Hulk haciendo pesas afuera de un puesto de mercado, con la advertencia: “Paulino Cardozo, originario de Guerrero, trabaja de cargador en Nueva York. Manda 300 dólares a la semana”. Sus modelos accedieron a disfrazarse para complacer la imaginación de la fotógrafa.

También participa otra fotógrafa mexicana, Daniela Edburg (Houston, Texas, 1975), hija de padre estadunidense y madre mexicana, que creció en San Miguel de Allende, Guanajuato.

Pero, ¿cómo se inició este proyecto? Naomi Palovits, directora en México del MAP, explicó ayer, en rueda de prensa efectuada en la delegación general de Quebec: “todo surgió por la necesidad del artista plástico Manuel Bujold (Maria, Quebec, 1976), al darse cuenta de que su trabajo estaba limitado a museos y galerías donde la gente va a tomarse una copa el día de la inauguración, socializar y basta, si acaso”.

Hace tres o cuatro años a Bujold se le ocurrió llevar el arte a la vía pública, pero el problema consistió en ver quién le dejaría exhibirlo en la calle. Dado que la publicidad se encuentra en todas partes, y es un fenómeno mundial, siguió Palovits, el artista buscó llegar a un acuerdo con las personas dueñas de las estructuras para que le dejaran montar la obra de arte.

Así es como surgió el Movimiento de Arte Público en Montreal, el cual tuvo tan buena respuesta que se extendió al resto de Quebec. Luego se realizaron otras exposiciones de costa a costa por todo Canadá. Ahora, México es el primer país que se suma a este movimiento, apuntó la promotora.

La exposición aquí pretende reflexionar sobre el ciclo de vida de un producto, desde su creación hasta su destrucción, “haciendo hincapié en la posición del hombre en la sociedad como producto de la misma. Es decir, todo lo que un hombre tiene que hacer para culminar su proyecto”, acotó Palovits.

Bujold, por su parte, indicó que los artistas participantes fueron seleccionados por el tema. Él no conocía a ninguno. El proceso se llevó a cabo vía Internet, con contratos para proteger los derechos de autor. Hubo quienes pidieron honorarios.

Para Bujold el proyecto tiene que ver con “la democratización del espacio público”, porque “la publicidad es una contaminación visual, pero que tiene una relevancia muy particular en la sociedad. Para mí se trató de complementar la publicidad al permitir que conviva con el arte y la gente”.

Sí se puede/Try harder estará hasta marzo (sólo en la ciudad de México ocupa 350 parabuses y 50 buzones). En un principio se mandaron hacer mil carteles y esperan otra cantidad igual. Para la siguiente exposición quieren contactar un curador de México para que haga una selección de fotografías de artistas mexicanos, también en combinación con colegas de Quebec, y poder hacer un intercambio cultural, agregó Palovits.

La fotografía y la buena vida…

Tomada de El País.com

REPORTAJE:

Aventura sexual en la América profunda

QUINO PETIT 01/11/2008

 Amantes de las barbacoas y el intercambio de parejas. Son los ‘swingers’ de Estados Unidos. Participan en orgías con otros matrimonios y uniones más o menos estables. Éste es un viaje en busca del rostro más ardiente de Norteamérica.

 

Se parecen tanto a ella…

Comparten su entusiasmo por las armas, los rodeos, las barbacoas y las familias numerosas. Forman parte de la misma América profunda. No se parecen a ella. Son como ella. Un fiel reflejo de la candidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos, Sarah Palin. Quizá la única diferencia -quién sabe- entre estos buenos patriotas y la gobernadora de Alaska sea la pasión que derrochan por el intercambio de parejas.

«Los swingers estadounidenses son personas absolutamente normales que el sábado por la noche participan con la esposa o el marido en reuniones de sexo en grupo y a la mañana siguiente van a misa con sus hijos». La voz pizpireta de Naomi Harris llega desde Nueva York. Ella es la culpable de que usted pueda deleitarse hoy con estos matrimonios, uniones más o menos estables y solteros montándoselo a lo grande con otras parejas. Swingers que disfrutan del picoteo sexual sin engañar a la novia o al marido. Un fenómeno nacido en Europa y Estados Unidos al calor de los años sesenta y setenta del siglo pasado que goza hoy de una salud de hierro, a tenor de la proliferación mundial de clubes, asociaciones y páginas web especializadas, si bien resulta difícil determinar con exactitud cuántas personas comparten esta afición, como recordaba Gretel C. Kovach en Newsweek a finales de 2007.

Reuniones en casas particulares, eventos de copulación masiva en hoteles y clubes o vacaciones libertarias en complejos como el legendario de Cap d’Agde, en el sur de Francia, retratado con ardor por Michel Houellebecq en Las partículas elementales (Anagrama). Con independencia del lugar de celebración, el procedimiento viene a ser el mismo: dar y recibir. Como ese tipo, concentrado en la retransmisión de la Superbowl de fútbol americano, a cuya esposa se está beneficiando un desconocido en sus propias narices. O aquella otra mujer que saborea el vermú en una silla de camping mientras contempla a su maridito en plena acción con la vecina de tienda durante una acampada de fornicación. Estampas de sexo explícito como éstas salpican las páginas del libro America swings, donde la fotógrafa Naomi Harris ha concentrado en 250 imágenes de alto voltaje su odisea carnal por Estados Unidos. Publicado por la editorial Taschen, constituye el documento de una ardiente travesía de cinco años a lo largo de 38 fiestas y encuentros de swingers celebrados en trece Estados de Norteamérica. Una orgía de sexo libre desde Mahwah (Nueva Jersey) hasta Pleasanton (California).

Todo empezó en una playa nudista al norte de Miami. La señorita Harris, nacida hace hoy 35 años en un barrio judío de Toronto (Canadá), vagaba en marzo de 2002 como Dios la trajo al mundo por la orilla de Haulover Beach cuando un sesentón apodado Capitán Richy le invitó a su primera concentración de swingers. «Aquel tipo no tenía acompañante, y un requisito fundamental de estos eventos establece que los hombres no pueden acudir solos. Pensé que siempre es un buen momento para conocer algo nuevo». Esa misma noche, la pareja ficticia llegaba a un club en el norte de Miami en cuyo interior pululaban, de lo más sensual, oficinistas profesionales, amas de casa, ejecutivas agresivas, picapleitos, vendedores de coches de segunda mano… Todos llenaban platos de comida en el bufé de bienvenida y formaban corrillos para conocerse. Veinte minutos después estaban practicando sexo en grupo en la trastienda.

Así de fácil. Un pequeño gesto, un guiño o una caricia bastan para incendiar estos cuerpos serranos. Del Hola, ¿qué tal? al full swap o intercambio total, pasando por un variado catálogo de juegos sexuales. Pero a pesar de la aparente espontaneidad con la que se desarrollan sus encuentros, los límites están marcados de antemano. «De entrada, un no significa no», recuerda Naomi. «Ésa es la archiconocida regla de oro. Los aficionados al sexo libre quieren disfrutar, no que la cosa acabe en tragedia. Me parece algo realmente sensual, aunque reconozco que a mí no me seduce en absoluto la idea de mantener relaciones sexuales justo después de cenar. No participé en esa bacanal. Ni en todas las que vinieron después. Al regresar a Nueva York, donde trabajaba como fotógrafa para diferentes publicaciones, me propuse realizar un proyecto a largo plazo que arrancó en julio de 2003».

-¿Le resultó complicado mantener la distancia de seguridad mientras trabajaba?

-No me sentí atraída sexualmente por ellos en ningún momento; la mayoría era bastante mayor que yo. En estos cinco años no me he encontrado a muchos swingers de mi edad.

-¿Podría indicar la zona más caliente de Norteamérica?

-En Texas encontré mucha acción. También en California. Definitivamente, hay otra América en esos paisajes de películas como No country for old men. Pero la capitalswinger de Estados Unidos por excelencia es Minnesota. Será por el frío… y porque no hay nada que hacer. Lo que se monta allí es algo fuera de lo común.

«Durante mi primera experiencia de intercambio de parejas hice más felaciones que en toda mi vida», admite Jodi Greggs, de 41 años y natural de Minnesota, en una de las entrevistas realizadas por Dian Hanson para acompañar las fotos del libro America swings. «En mi primer matrimonio era monógama y no practicaba posturas ni nada de todo eso. La verdad es que me sentía muy aburrida. A los once meses me divorcié para estar con Michael. Una amiga suya nos introdujo en este círculo, donde ya llevamos ocho años. A mí me cuesta alcanzar el orgasmo ante tanta gente, pero disfruto intentándolo».

Es el tórrido encanto de los ciudadanos de esa misma América profunda donde la gobernadora Sarah Palin levanta pasiones. «He intentado hacer hincapié en los valores puritanos anclados en la sociedad estadounidense», concluye Naomi Harris. «Navegamos en privado ante todo tipo de imágenes y vídeos extremadamente pornográficos, pero no somos capaces de hablar de las cosas sencillas, de mostrar la cotidianidad del sexo».

‘Aventura sexual en la América profunda’ es un reportaje de EL PAÍS SEMANAL

Qué tanto es tantito… herir uno que otro sentimiento…

Tomada de El Universal

Critican autoridades italianas `rana crucificada´

La obra de Martin Kippenberger sigue generando polémica, pues considera el ministro italiano de Cultura que `hiere al sentimiento religioso´

EFE 
EL UNIVERSAL 
ROMA JUEVES 28 DE AGOSTO DE 2008

El ministro italiano de Cultura, Sandro Bondi, manifestó hoy su oposición a una pieza expuesta en el Museo de Arte Moderno de Bolzano (norte de Italia) que representa una rana verde crucificada con la lengua fuera y que desde hace meses ha generado polémica.

Bondi considera que la obra «no sólo hiere el sentimiento religioso de muchas personas, que en la cruz ven el símbolo del amor de Dios, sino que ofende al sentido común y la sensibilidad incluso de quien no se reconoce en ese símbolo», según un comunicado.

Aún respetando «la libertad creativa de todo artista», indicó que le gustaría que las instituciones públicas o las financiadas por el público «no exalten sólo el arte de la desacralización, de la provocación inútil y del sin sentido, porque el arte es también búsqueda del significado y la belleza».

El Museo decidió hoy que no retirará la rana, obra del fallecido artista alemán Martin Kippenberger, quien con la misma pretendía, según los conservadores de Bolzano, expresar un momento personal de profunda crisis.

La rana, representada sobre una cruz de madera con una jarra en un anca y un huevo en el otro, ha sido objeto de polémica desde el pasado mayo cuando fue expuesta, con críticas de las autoridades religiosas, mientras las locales pidieron su retirada.

Fue expuesta en un primer momento en el atrio del Museo y meses después trasladada a un piso superior.

Las desaparecidas en Juárez y la fotografía…

Tomada de La Jornada

Mayra Martell recurre a la memoria y retrata las atmósferas que dejaron…

Reconstruye fotógrafa la identidad de las desaparecidas de Juárez

■ Documenta la violencia de género mediante una serie de imágenes que muestran ropa, camas y anhelos de niñas y adolescentes con nombre

■ “Esa ciudad ya no tiene arreglo”, indica

Ericka Montaño Garfias

La fotógrafa Mayra Martell se mueve en uno de los territorios más violentos del país, Ciudad Juárez, donde la mujer es blanco de ataques porque esa urbe fronteriza propicia “que ocurran barbaridades”. Sobre estas líneas, algunas de las imágenes que ha capturado con la cámara de entornos íntimos y familiares que dejaron las víctimas

La única solución al problema de violencia que se vive en Ciudad Juárez es desaparecer esa urbe, borrarla del mapa. Lo plantea así la joven fotógrafa chihuahuense Mayra Martell, quien ha dedicado parte de su trabajo a retratar lo que dejaron mujeres que hoy están desaparecidas.

Para ello agrupó imágenes en la serie Retrato utópico de la identidad, que se ha exhibido en Quebec y Eslovenia y participó en el encuentro PhotoEspaña, donde quedó en segundo lugar de la categoría Descubrimientos.

Son fotografías de los cuartos, la ropa, las camas, los anhelos de niñas, adolescentes y mujeres que se llaman Esmeralda, Erika, Jazmín, Ana, María Elena, Neyra, Diana, Julia, María de los Ángeles, Nohemí, quien dejó adherida a un espejo su lista de metas a corto y largo plazo…

Hasta ahora ha documentado 23 casos y en todos los lugares han permanecido como ellas los dejaron, sus familias no cambian nada de sitio, no lavan la ropa porque aún conserva un poco del aroma; lo que sí lavan son las sábanas. Todo lo demás permanece y se crea una atmósfera muy particular.

“Es como hablar de su presencia a través de los recuerdos que tienen sus familias. Son chicas que salieron a la escuela o a la tienda; que tienen cinco, 10 años desaparecidas y su familia no sabe si regresarán.

“Lo increíble de todo esto es que no hay una cifra exacta de personas desaparecidas y eso te hace pensar ‘no son cosas, ¿cómo se pueden perder personas, tantas personas, y nadie puede decir cuántas chicas están desaparecidas?’

“Ello hizo preguntarme qué es lo que pasa con los espacios donde vivieron. Este trabajo comenzó así, por curiosidad.”

Pérdida de la confianza

La propuesta de Mayra Martell, que ahora también es un video documental que muestra en escuelas, se inició cuando la fotógrafa regresó a Ciudad Juárez, el lugar en el que nació, en 1979, y de donde salió varios años para estudiar. Al volver, recuerda, ya había muchos letreros de mujeres desaparecidas y muchas de ellas, “si todavía viven deben tener mi edad.

“Al conocer la situación –agrega– fue tanta mi curiosidad al ver los carteles que terminé preguntando en la Procuraduría de Justicia las direcciones y teléfonos.

“Sí me interesaban las mujeres asesinadas de Juárez, pero no tanto como las desaparecidas, que es como una etapa suspendida; nadie sabe qué pasa con ellas, si están vivas, si algún día regresarán.”

Al principio no fue fácil porque los familiares de esas mujeres habían perdido la confianza. “Entre 1998 y 1999 fueron muchos periodistas y trataron muy mal a las madres de familia. Era ‘agarre esta foto de su hija y póngala’, pero nunca volvieron y no les enseñaron qué había pasado con ese material.

“Primero fue romper esa barrera, después las señoras me trataban como si yo hubiera sido amiga de sus hijas: abrían los cajones, me mostraban la ropa y se dio algo interesante, que es la reconstrucción de la identidad con base en la memoria. Yo quería documentar eso, hablar de ellas, pero, ¿cómo hablas de una persona que no está ahí? Por eso retrataba sus espacios.”

Se trata de salas donde al lado de las fotografías familiares se encuentra el cartel que anuncia su desaparición, la ropa que coloca una madre sobre la cama para mostrar a la fotoperiodista la estatura de su hija, el papelito en el que una de ellas –Anita, de nueve años– apuntó: “papá te quiero mucho, eres el mejor papá”, el retrato hablado que se hizo en la procuraduría de Neyra, desaparecida hace 12 años, y que es la única imagen que tiene su madre, María Salas.

“Como muchas no tienen fotos, la reconstrucción es mediante la memoria. Ahora que lo pienso, creo que no fotografío la ausencia, sino la presencia que continúa en esos espacios”. Por eso parte de ese trabajo está dedicada a las colchas de las camas de quienes desaparecieron.

Miedo e incertidumbre

Mayra Martell se mueve en uno de los territorios más violentos del país, donde la mujer es el blanco de los ataques.

Esto, subraya, “es por la educación que hemos recibido; además, Chihuahua era una zona de batalla; estamos en un desierto, la familia, la religión y las autoridades dejaron de funcionar y no hemos encontrado nuevos valores.

“Es una ciudad fronteriza, de paso, sin identidad porque viene gente de todo el país, de Centroamérica y Sudamérica; entonces el pensamiento es ‘estoy aquí, pero ya me voy’, y es cuando pasan las barbaridades.

“En Juárez ya caducamos como especie, ya no tiene arreglo; ahí se comete lo peor de lo peor, no son sólo las muertes, sino lo que ocurre: mujeres, a veces niñas, que son violadas, torturadas y hechas pedacitos, en ocasiones por sus propios familiares.

“Es una ciudad con una vibra muy cargada, personas con miedo, que no saben qué va a pasar; pero, claro, también está la parte de la gente con dinero.”

Mayra Martell también capta otros aspectos y realiza una serie de fotografías con presuntos asesinos y sobre las calles, muchas veces en ruinas, de esa complicada ciudad del norte de México.

“Lo que me interesa es que el material sea biológico, que tenga un lenguaje biológico, que provoque algo en quien lo vea, que se produzcan reacciones y emociones.”

 

 

La fotógrafa Mayra Martell se mueve en uno de los territorios más violentos del país, Ciudad
Juárez, donde la mujer es blanco de ataques porque esa urbe fronteriza propicia
“que ocurran barbaridades”. Sobre estas líneas, algunas de las imágenes que ha
capturado con la cámara de entornos íntimos y familiares que dejaron las
víctimas.

LIBROS: La desolación americana

Tomada de El País.com

REPORTAJE: LIBROS – Fotografía «La desolación americana»

ÁNGEL S. HARGUINDEY 07/06/2008 

 

Los Americanos,
la visión melancólica y desgarradora de la América profunda de Robert Frank,
se publica por primera vez en España.
"Con Frank se alcanza la síntesis de un contenido desesperanzador
y un continente radicalmente transgresor",
escribe Kerouac en el prólogo

Mis fotografías hablan de la ansiedad y de la miseria de la gente de la periferia social, del blanco y del negro, de una desesperación a veces evidente», así se explica Robert Frank (Zúrich, Suiza, 1924), afincado en Estados Unidos, primero, y en Canadá, después, desde 1947, y autor de un libro esencial en el arte fotográfico del siglo XX, Los Americanos, editado en 1958 en Francia por las presiones inquisitoriales en Estados Unidos pese a que el libro, una selección de 86 fotografías de las 28.000 que realizó a lo largo de dos años en 48 Estados norteamericanos, fue subvencionado por la Fundación Guggenheim. Los Americanos se acaba de editar por primera vez en España (La Fábrica Editorial) respetando íntegramente la edición original y el prólogo que para la primera edición estadounidense escribió Jack Kerouac.

«No fue divertido hacer The Americans. Ver toda esa injusticia, esa violencia…, a veces era peligroso. Infringía leyes estatales que ni siquiera sabía que existían. Me arrestaban los sheriffs.Entonces no tenía tanta información visual y yo no sabía lo que me esperaba en el Sur», comentó Frank. Kerouac, en su excelente prólogo, lo explica muy bien: «Después de ver estas imágenes, terminas por no saber si un jukebox es más triste que un ataúd», sobre todo si la máquina de discos es de un bar de Las Vegas y el entierro, en Santa Helena (Carolina del Sur), muestra a tres elegantes negros esperando junto a los coches. La visión de Robert Frank sobre Estados Unidos es coincidente con la que mostraban John Steinbeck en su novela Las uvas de la ira, John Ford en la adaptación al cine, en los óleos de Edward Hopper o en la obra fotográfica de uno de sus reconocidos maestros, Walker Evans. Es la mirada sobre la soledad y la desolación hecha desde la libertad formal. Con Frank se alcanza la síntesis de un contenido desesperanzador y un continente radicalmente transgresor. Atrás queda la Norteamérica galante de las comedias de teléfono blanco -incluso las dos únicas fotos de un estreno en Hollywood muestran a dos damas taciturnas- o las amables escenas que pintó Norman Rockwell: la melancolía es la reina de la casa.

En 1957, Robert Frank conoce a los gurús de la beat generation, Kerouac y Ginsberg. El largo viaje por las carreteras secundarias había transformado su concepto de Estados Unidos. Las nuevas amistades reafirmaron su convicción en que la América profunda podía y debía mostrarse al margen de las normas establecidas en el fotoperiodismo de entonces. El uso de la luz baja, los enfoques incorrectos, la deliberada ignorancia de las reglas imperantes produjeron un resultado sorprendente: desde la publicación de Los Americanos, y el Nueva York de William Klein, la fotografía se integró en las vanguardias artísticas.

Dejemos que sea Kerouac quien concluya comentando una de las extraordinarias fotografías: «Un loco descansando bajo el palio de una bandera americana en un viejo coche roto en un patio de la fantástica Venice California. Podría sentarme allí y pergeñar 30.000 palabras…»

Los Americanos. Robert Frank. Prólogo de Jack Kerouac. Traducción de Herrán Coombs, La Fábrica. Madrid, 2008. 180 páginas. 35 euros